jueves, 28 de enero de 2010

Va de planetas la cosa: Repulsa II

Los bargons jamás han conocido otras estrellas u otros planetas que no fuesen los suyos, pues han estado siempre recluidos en el interior de Repulsa. Sin embargo, esta circunstancia podría estar a punto de cambiar…



En la Cámara de Descompresión, todos tenían mucho que hacer. Aquel era el gran día, el día en el que sería enviada la primera expedición a más allá de la esfera. La cámara estaba situada a 2 kilómetros de la superficie interior, muy cerca del límite de la superficie exterior (la corteza del planeta tan solo tenía 2 kilómetros y medio de espesor).


En su interior se hallaba la más ambiciosa obra de la ingeniería bargoniana: Se trataba de un cilindro metálico de unos 15 metros de altura. Estaba sujeto sobre una plataforma que, en el momento del lanzamiento, se abriría, dejando caer la cápsula al vacío, lo que impulsaría esta hacia el exterior del planeta. Para su regreso, iba equipada con gran cantidad de combustible, pues la aceleración que debía vencer para volver a entrar al planeta era importante. Además, había que estar preparados, ya que la maniobra de reentrada tenía que hacerse a través de la misma apertura utilizada para salir.


A pesar de lo difícil que resultaba reconocer a alguien (todos los que entraban en la Cámara de Descompresión debían llevar trajes aislantes y escafandra, ya que estando tan cerca del vacío la temperatura era baja y el nivel de oxígeno aún más bajo), todos se dieron cuenta al instante cuando entraron. Eran los héroes del momento, tres bargons que estaban dispuestos a arriesgar sus vidas en pos del conocimiento: Chinchetor, Pulgazar y Dros.


Apenas llegaron, fueron acomodados en la cabina del Explorador 1 (los bargons no eran demasiado originales para los nombres). Una vez se hubo verificado que todo estaba en orden, y tras desear suerte a los aventureros, todo el mundo abandonó la cámara y comenzó la cuenta atrás.


5…

4…

3…

2…

1…


Las esclusas bajo la cápsula fueron abiertas y el aire de la cámara de descompresión salió inmediatamente al vacío, arrastrando, con ayuda de la repulsión gravitatoria, al Explorador.



A pesar de que había tratado de imaginárselo cientos de veces, Chinchetor no estaba preparado para lo que contemplaba. Más allá de la esfera, habían alcanzado un espacio vacío desprovisto de luz. Daba igual la dirección en la que se mirase, no se divisaba nada.


-Hofftown, Explorador 1 llamando, ¿nos reciben?


-Alto y claro, Explorador, ¿qué es lo que veis?


-Pues… nada. No hay ningún cuerpo que emita luz, ¿continuamos avanzando?


-Continuad con el plan previsto e informadnos si hay alguna anomalía.


Continuar con el plan previsto, desde luego que se tomaban las sorpresas con resignación. Con un gesto indicó a Pulgazar que conectase los motores de la nave. El “plan previsto” era aventurarse hasta una distancia de hasta 50 kilómetros, y después regresar al planeta con lo que hubiesen observado. Sin embargo, ninguno contaba con el error en el cambio de unidades.

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